Sentado frente al monitor, con el sepia desgastado de las pupilas dilatadas por la espera.
Con la esperanza montada en una foto rayada y no reciente, que me observa temerosa de ser ultrajada por miradas lujuriosas al ser usada una vez màs como carnada.
Como una obra virginal que espera ser apreciada, que intenta vivir.
Sin el brillo en la mirada de un niño; pienso que lo mejor serà recurrir a los càlidos brazos de un güey que llaman Morfeo, antes enciendo el cigarrillo del deseo, èse que se puede identificar por su mala postura, el ùltimo, aquèl al que los fumadores idealistas le pedimos tanto.
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