viernes, noviembre 30, 2007

LA ABUELA

Que hable por sí solo.

martes, noviembre 27, 2007

La tira y el trío

“Canto al pie de tu ventana, pa’ que sepas que te quiero…”, comenzó a entonar el vetusto trío afuera de Casa de Cambio Puebla.
Fue idea de Mauricio García León, reportero de Intolerancia, pagarle al trío para que de una vez por todas saliera alguna autoridad federal a dar explicaciones de porqué habían llegado casi 60 agentes a catear la casa matriz de esa casa de cambio.
Tengo que admitir que yo le hice segunda y el buen Lobato, fotógrafo de Milenio, comenzó a hacer la coperacha. Por reportero pusimos 50 pesos para que el trío se cantara una canción.
Yo ni sabía que la rola se llamaba “Serenata huasteca”, pero la sugerí.
Y se la echaron.
Lo más chistoso fue que los del trío salieron corriendo cuando vieron que los AFIs, encapuchados y con arma larga al hombro o en mano, se les iban encima para que dejaran trabajar dentro a los del ministerio público federal.
A las risas por la serenata debo agregar los tacos de canasta que me tragué con las manos puercas, al pancho que hicimos todos los reporteros a los agentes de Hacienda para que soltaran información, y la espera de más de ocho horas para que hubiera algún tipo de movimiento.
Si bien no me quedé hasta las 7 de la mañana del otro día, hora en que dejaron salir a Eusebio San Martín, el socio mayoritario de Casa de Cambio Puebla, sí me enteré que un gerente de la empresa era Alfonso Barraza Urusuástegui, alias “El Piri”, un wey que lavaba el dinero de la Reina del Pacífico, nomás.
Ah quién viera...
Y luego dicen que Puebla es tan tranquila.
Y que no hay rastro alguno del narco acá en tierras camoteras.
Por cierto, la foto se le agradece a Lobato.

domingo, noviembre 25, 2007

Esto es como en París

Ah, qué caray.

Ayer en una party, mientras veía a la respetable concurrencia alcoholizarse, reir, disertar sobre moda, novios y otros profundos tópicos, me dio curiosidad por saber su edad. Después de un breve sondeo, constaté casi horrorizado lo que ya venía intuyendo: la mayoría de la chamacada andaba entre los 18 y los 22 años.

Zaz. Y uno ahí, con sus 24 años, sentadote en el sofá, cansado porque temprano había tenido que ir a atender gentuza a un museo de ciencias, y en la tarde se la pasó de modisto de medio pelo haciendo su atuendito pa' brillar en la fiesta.

Eso es competencia desleal caray, el cuerpo no da para tanto. Cierto es que no me alcoholizo, que no fumo, que no me drogo (¡que nó chingá!) y que hasta me preocupo por tomar mis dos litros de agua al día y comer bien; pero eso de correr en promedio 60 kilómetros por semana, hacer el servicio de lunes a sábado, darle a las pesas y a la freelanceada, pues la neta sí que cansa.

La cuestión anímica no es: a pesar de andar cansadón, ayer tuve la cholteca lo suficientemente enferma como para ir a perderme a rumbos poco glamourosos (Tláhuac para ser precisos), para ganar un segundo lugar en un duelo de baile (y no gané el primero por favoritismos, pero esa es otra historia) y para despúés de ello entregarme al delicioso deporte de la viboreada de atuendos.

Pero entonces ¿qué chiga'os pasa? La edad no es, porque aún de jovenzuelo siempre me dio por ser medio solitario y retraidón. La popularidad tampoco, porque a donde llego soy (re)conocido y la gente bonita me llena de besos. ¿Será que lo mío, lo mío, así lo mío, es ser freak entre la banda freak? ¿Será que soy un niño avejentado o un viejo bien juvenil?

EQUIS. Lo importante es que seguro hay más de un inadaptado que también disfruta de regalitos como este, que me hacen re feliz en estos tiempos en los que la vida se empeña en hacernos manita de puerco.

¡Niños! ¡Esto es como en París!

Una hoja más. Una hoja menos.

A dónde va este mundo?
Este árbol se sigue quedando sin hojas.
Y los retoños van saliendo con dificultades.
Ahora, a la lista de los caídos, se suma un coreógrafo.
Un minuto de silencio por el gran Maurice Bejart.
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No! Señores! Que él no ponía las coreografías del Tito.
Para los ignorantes que no saben quién fue, una muestra de su trabajo.
El Bolero de Ravel.
Que no! Que no es Cantinflas el que baila!!!
Me enferma todo esto.
Con ustedes: El Bolero.
Coreografía: Maurice Bejart.



Qué grande, Bejart!

martes, noviembre 13, 2007

Crónica de una migraña anunciada


Eran más o menos el medio día cuando comenzó la etapa de aura. Para los no iniciados en temas relacionados con la migraña, se conoce como periodo de aura al momento en que el sujeto comienza a ver nublada su visión por manchas o luces de colores, y es el anuncio de que unos momentos después comenzará la crisis. Se supone que de tener medicamento a la mano, tomarlo de inmediato cuando empieza la etapa de aura ayudará a evitar que la crisis se declare en todo su rigor, así que trato de llevar siempre conmigo unas modestas cafiaspirinas.

Pero ayer, en el metro, en la estación Niños Héroes, no contaba con ellas. Sólo me hice bolita sobre el piso y dormité un poco, y supliqué que al despertar el aura hubiese terminado. Y así fue. Al despertar el aura se había marchado y pensé que la victoria había sido conquistada. Escala en el depa para dejar unas cosas y arreglarme el cabello, me fui en taxi al servicio. Quince pesotes desde el depa hasta la puerta de Universum, qué chingón es vivir cerca.

Pero ya ahí dentro la cosa se puso fea. Comenzaron los dolores de cabeza, las náuseas, la fotofobia y yo intentando fingir que estaba bien. En enfermería me dieron la cfiaspirina que debí haber tomado un par de horas antes y que no me sirvió mas que para hidratarme con el conito de agua con la que fue acompañada. Bastaron sólo unos minutos más para tener a un Pavelo agachado en modo autista en una de las oficinas de Universum, ante los ojos alarmados de mis jefas. Aparentemente más preocupadas de que las culparan por retenerme ahí si algo me pasaba que por mi salud, me mandaron a casa en un taxi. Que yo pagué, por supuesto.

Aquí, la novia de mi roomie (y ahora roomie también porque ya se eternizó aquí) me inyectó 10 veces el cráneo para, según sus palabras, desactivar la memoria de la enfermedad y reducir al mínimo sus efectos. A esas alturas no me importó no saber qué chingados me inyectaba ni que la mujer en cuestión estuviera a menos de la mitad de la carrera de medicina, ni haberla visto hacer trampa memorizando las respuestas de un examen que compró: igual si hubiese estado un chamán con hojas de aucalipto me hubiese sometido a su arte.

Será el sereno, pero me fui a la cama y desperté un rato después, cuando llegó mi mejor amigo Víctor a verme. Ya me sentía bastante mejor, y para completar la escena bonita llegó el otro Víctor, el ex, el bienamado, para llevarme algunas cositas para mi subsistencia. Le agradecí no tanto el kit que contenía desde jugo de naranja hasta orejitas bajas en grasas, sino la preocupación, las atenciones, los besitos en el cachete y esa sensación de ser importante y querido para alguien.

Ahora son casi las once de la mañana y ando en chanclas y en mis minoboxers de estampado de vaca, ya bastante repuesto. Ahora la desgracia se cierne sobre mí no porque la enfermedad se avecine, sino porque aparentemente quitaron el agua del edificio y no puedo bañare, ni siquiera ir al maldito baño. Creo que tendré que hacer mi kit y largarme a bañar a algún lugar cercano o a lo mejor no tan cercano, pero vaya que lo necesito carajo.