Hoy fui al dentista para que ya por fin me pusiera el diente prometido desde hace más de un mes. Me lo ha venido trabajando hace más de un mes y entre que no está bien o de plano no queda, me ha traído dando más vueltas que a un burro persiguiendo una zanahoria. Total que he esperado el diente más que la segunda venida del señor, pero es divertido hacer el trayecto desde Metro Xola hasta Metro Cuitláhuac, de ahí bajo y tomo un pesero que me lleva hasta “San. Pedro/La naranja”. Sí, está pesado pero a veces pasan cosas raras en el camino.
Resulta que en Metro Pino Suárez se subió una señora harto jocosa. Desde el inicio dio muestras de locura al subirse gritándole mentadas de madre a un chavo que bajaba y pasó junto a ella.
Se sentó y se quedó viendo a una chica gordita que con gran alegría daba cuenta de un elote con mayonesa y que se encontraba sentada justo frente a la señora. Total que no sé si fue la envidia de ver a la gordita cómo disfrutaba su elote o fue la envidia de las carnes generosas con que la chica contaba o fue que no encontró con quien otra desquitarse pero arremetió contra ella con tremendo discurso digno de haber sido grabado y que para mal de la historia, sólo me queda en la memoria un poco de él.
Te vas a morir, pendeja, mírate, eres un asco, mejor deberías lanzarte a las vías del metro, lánzate para que dejes de sufrir, me arrepiento de haberte conocido y de conocer a tu madre, eres una pendeja, pero mírame a mí, me das asco, asco, ahí están las vías del metro, pero yo no te conozco ni te quiero conocer porque eres una pendeja, tu madre debe estar arrepentida de conocerte como yo…
Claro está que a estas alturas el resto de los parroquianos estábamos más que metidos en la “plática”. La chica, en un desplante de tacto, no dijo nada o se defendió de la señora, a lo cual, la mujer se cansó y caminó hacia la puerta del metro. Ésta se abrió (la puerta, no la mujer) y bajaron algunas personas y subieron otras. La señora estaba a punto de bajar, pero en un momento de inspiración, regresó y siguió gritándole a ronco pecho algunas cuantas cosas más a la chica que ya no sabía si esconderse detrás del elote o qué hacer. Ninguna de las personas presentes se metió al chisme salvo como espectador, nadie defendió a la chica o calmó a la mujer. No sé, quizá por ser ya una señora grande, flaca, cabello sucio, ropa vieja, un gorrito tipo Chómpiras y aspecto de alcoholizada. Por supuesto yo no me iba a meter, la señora me hizo la tarde y aunque lamento lo que pasó la chica, estos personajes son los que me inspiran a seguir viviendo esperando encontrarme más de ellos.
La señora bajó y se fue despotricando en contra del gobierno, de la educación, de la gente que dejan entrar al metro y de la humanidad mientras nosotros seguimos camino. Algunos respiraron aliviados de que se haya bajado, yo respiré aliviado por haberla conocido.
Otro que me encuentro bastante seguido es un señor que dice cantar en el metro y al que no se le entiende ni un carajo, pero que por problemas físicos no puede caminar si no es con ayuda de un bastón y agarrándose de los tubos del metro y al que, cuando a los choferes del metro se les ocurre frenar como sólo ellos saben hacerlo, se le ve avanzar dos vagones de un solo jalón para llegar de panza al piso y dejar el bastón tirado en el camino. Cuando le ayudamos a levantarse, agradece y te cuenta un poco de su vida, de los cabrones con los que trabaja, de lo pendejos que son los choferes por frenar así, de lo bien que canta, etc.
El sábado fui al centro de Tlalpan a despedir a una amiga muy querida que se fue a Chile a trabajar un ratillo y en el café donde estábamos, de pronto un borrachito gritó: ¡A partir de este momento este café se cierra porque este pendejo me está corriendo! Acto seguido vimos al mesero que lo tomaba por la espalda y lo sacaba tapándole la boca. Como buena gente de teatro, tras ver eso, aplaudimos al borrachito y al mesero por su buena ejecución de una estampa más de vida.
Y así he ido conociendo personajes que andan por ahí caminando en la vida y que por afortunadas coincidencias llegan a mí en algún momento. Gente a la que la gente llama loca. ¿Al final qué son los locos? Unos tipos que se quedaron atorados en un momento de lucidez. En lo personal no los considero locos, para mí si los ángeles existen, deben ser como ellos. Aparecen de repente sin ser comprendidos pero te mueven, te sacan del cotidiano por un momento para después regresar por ti mismo en automático a lo establecido. Pero ese momento en que te sacaron o movieron, para algo ha de servir, aunque sea para postear en este espacio que ya parece medio muerto o no lo sé.
Por cierto, ya encontré trabajo y lo mejor es que será escribiendo teatro. Lástima, no podré entrar a la hot line ni al call center. Será en otra ocasión. Así que bueno, con menos tiempo pero por acá andaré dando vueltas.
Al final, como dice mi prima (que es mi dentista), a veces soy como un mal necesario. No sé necesario para quién, pero eso dice ella.
La frase de hoy: “Él era el equivocado, no la vida”
Atte: El Paco
Resulta que en Metro Pino Suárez se subió una señora harto jocosa. Desde el inicio dio muestras de locura al subirse gritándole mentadas de madre a un chavo que bajaba y pasó junto a ella.
Se sentó y se quedó viendo a una chica gordita que con gran alegría daba cuenta de un elote con mayonesa y que se encontraba sentada justo frente a la señora. Total que no sé si fue la envidia de ver a la gordita cómo disfrutaba su elote o fue la envidia de las carnes generosas con que la chica contaba o fue que no encontró con quien otra desquitarse pero arremetió contra ella con tremendo discurso digno de haber sido grabado y que para mal de la historia, sólo me queda en la memoria un poco de él.
Te vas a morir, pendeja, mírate, eres un asco, mejor deberías lanzarte a las vías del metro, lánzate para que dejes de sufrir, me arrepiento de haberte conocido y de conocer a tu madre, eres una pendeja, pero mírame a mí, me das asco, asco, ahí están las vías del metro, pero yo no te conozco ni te quiero conocer porque eres una pendeja, tu madre debe estar arrepentida de conocerte como yo…
Claro está que a estas alturas el resto de los parroquianos estábamos más que metidos en la “plática”. La chica, en un desplante de tacto, no dijo nada o se defendió de la señora, a lo cual, la mujer se cansó y caminó hacia la puerta del metro. Ésta se abrió (la puerta, no la mujer) y bajaron algunas personas y subieron otras. La señora estaba a punto de bajar, pero en un momento de inspiración, regresó y siguió gritándole a ronco pecho algunas cuantas cosas más a la chica que ya no sabía si esconderse detrás del elote o qué hacer. Ninguna de las personas presentes se metió al chisme salvo como espectador, nadie defendió a la chica o calmó a la mujer. No sé, quizá por ser ya una señora grande, flaca, cabello sucio, ropa vieja, un gorrito tipo Chómpiras y aspecto de alcoholizada. Por supuesto yo no me iba a meter, la señora me hizo la tarde y aunque lamento lo que pasó la chica, estos personajes son los que me inspiran a seguir viviendo esperando encontrarme más de ellos.
La señora bajó y se fue despotricando en contra del gobierno, de la educación, de la gente que dejan entrar al metro y de la humanidad mientras nosotros seguimos camino. Algunos respiraron aliviados de que se haya bajado, yo respiré aliviado por haberla conocido.
Otro que me encuentro bastante seguido es un señor que dice cantar en el metro y al que no se le entiende ni un carajo, pero que por problemas físicos no puede caminar si no es con ayuda de un bastón y agarrándose de los tubos del metro y al que, cuando a los choferes del metro se les ocurre frenar como sólo ellos saben hacerlo, se le ve avanzar dos vagones de un solo jalón para llegar de panza al piso y dejar el bastón tirado en el camino. Cuando le ayudamos a levantarse, agradece y te cuenta un poco de su vida, de los cabrones con los que trabaja, de lo pendejos que son los choferes por frenar así, de lo bien que canta, etc.
El sábado fui al centro de Tlalpan a despedir a una amiga muy querida que se fue a Chile a trabajar un ratillo y en el café donde estábamos, de pronto un borrachito gritó: ¡A partir de este momento este café se cierra porque este pendejo me está corriendo! Acto seguido vimos al mesero que lo tomaba por la espalda y lo sacaba tapándole la boca. Como buena gente de teatro, tras ver eso, aplaudimos al borrachito y al mesero por su buena ejecución de una estampa más de vida.
Y así he ido conociendo personajes que andan por ahí caminando en la vida y que por afortunadas coincidencias llegan a mí en algún momento. Gente a la que la gente llama loca. ¿Al final qué son los locos? Unos tipos que se quedaron atorados en un momento de lucidez. En lo personal no los considero locos, para mí si los ángeles existen, deben ser como ellos. Aparecen de repente sin ser comprendidos pero te mueven, te sacan del cotidiano por un momento para después regresar por ti mismo en automático a lo establecido. Pero ese momento en que te sacaron o movieron, para algo ha de servir, aunque sea para postear en este espacio que ya parece medio muerto o no lo sé.
Por cierto, ya encontré trabajo y lo mejor es que será escribiendo teatro. Lástima, no podré entrar a la hot line ni al call center. Será en otra ocasión. Así que bueno, con menos tiempo pero por acá andaré dando vueltas.
Al final, como dice mi prima (que es mi dentista), a veces soy como un mal necesario. No sé necesario para quién, pero eso dice ella.
La frase de hoy: “Él era el equivocado, no la vida”
Atte: El Paco
1 comentario:
"Locura es máximo de libertad" diría una de las Vacas Sagradas (así, con mayúsculas) de mi Facultad. Opino lo mismo que vos de esa gente, las más de las veces les tomo fotos, me pongo a charlar y a veces hasta comparto mi comida con ellos. Lo más curioso es que pocas veces me siento tan entendido y compenetrado. ¿Será que ya me hace ojitos la tierra de donde fui exiliado y me están mandando representantes diplomáticos para gestionar mi retorno?
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