Desde Tierra de nadie

Empiezo este post a las 20:30 de la noche del sábado cuatro de noviembre de 2006. Hasta hace un par de horas mi vida pintaba bien: había terminado los quehaceres domésticos a los que suelo entregarme los fines de semana, me había enchulado y tenía impreso un croquis con la dirección e indicaciones de cómo llegar a la fiesta de Halloween (con unos cuantos días de demora) de mi amiga Gloriella Anahí.

La fiesta sonaba bastante rica, estarían presentes los amiguitos que conocí en el CCH en aquellos tiempos en los que aún no era un fashion victim y me daba igual salir a la calle con mi cabello largo medio rizado, una playera amarilla holgada -imitación de Polo- y un bigotito de Conde... nado malviviente que me hacía encajar muy bien en esa escuela enclavada en los límites de Iztapalapa, Iztacalco y Nezahualcóyotl.

Las razones para asistir a la mentada fiesta eran diversas, siendo las más poderosos que mis amiguitos me vieran más fashionista, delgado y lacio que nunca y por otro lado, ver lo gordos, fracasados y poco glamourosos que se pusieron ellos. Y no es que me guste regodearme de a gratis en la desgracia ajena, pero es que la oportunidad se apetecía como un buen escarmiento para esos que tanto me tildaban de nerd y me hacían pasar horas amargas de elaborados y "graciosos" sobrenombres, que por supuesto, no pienso citar aquí.

Vayamos a los hechos: me puse espectacular de pies a cabeza y me lancé a la mentada fiesta. Sabía a grandes rasgos cómo llegar a la zona, así que no consideré necesario sacar el croquis que había impreso para ver dónde estaba. Llegué a la esquina de la Avenida Carmelo (¿Quieres a Carmelo?) Pérez y Avenida Chimalhuacán y fue entonces que pude constatar lo que ya sospechaba: estaba en el pleno corazón de la guapachosa Ciudad Nezahualcóyotl.

Tragué saliva, guardé mi teléfono y el manos libres inalámbrico y me dispuse a sacar el croquis de la mochila con el objeto de llegar a la fiesta de mi amiga lo más rápido posible. En vano busqué y rebusqué, había olvidado el croquis frente al espejo, donde estúpidamente regresé a darme un último vistazo y ver que todo estuviese en orden. La curiosidad mató al gato, la vanidad extravió a Pavelo.

En ese momento mi espíritu Temerario (¿o fué el espíritu Buki? ¿o el Bronco?) me llevó a tratar de recordar el número de la casa y la ubicación de la misma en el croquis que ya había ojeado un par de veces y aventurarme a buscarla entre muchas construcciones casi idénticas. Caminé frente a las calles Ardilla, Chiquita Linda, y una más que no recuerdo y al fin, llegué a Macorina.

La peiné de arriba abajo, de cabo a rabo y nada. En una segunda inspección creí haber encontrado la fiesta, había gritos y reggaetón emanando de una casa. Me acerqué al portal y por un huequito en el mismo pude ver que había gente disfrazada. Me puse mi máscara del Santo, la cual llevaba sólo para ponérmela unos minutos y cumplir con el trámite del disfraz, toqué a la puerta, ésta se abrió y me introduje en la fiesta.

Busqué con la mirada ansiosa a alguno de mis excompañeros, pero nada. De repente, la musica se desvaneció y sólo pude sentir un cúmulo de miradas aguijoneándome y preguntándome a quién buscaba. "Busco a Gloriella" -dije- con la esperanza de que estuviese en otra parte. -no joven, aquí no es, este es un Halloween del Kinder Benito Júarez- dijo al fin una señora regordeta vestida de espantapájaros (¿o así era?), -se equivocó. -Ah, perdón, gracias.- Me di la vuelta y me largué en el acto.

Lo que hasta ese momento habían sido risillas contenidas estalló a mis espaldas como una bomba de carcajadas burlonas, mofándose del pobre wey con máscara del Santo entrando en la fiesta equivocada. No me quité la máscara en un buen rato hasta que se me bajó la humillación, es decir, hasta hace un par de minutos, a la mitad de este post. Como un asmático que echa mano de su inhalador en momentos de agitación, busqué un cibercafé en las inmediaciones para desahogar mis penas en el blog y de paso recargarme con el narcotizante sonido del teclado siendo impactado por mis dedos.

Ahora entiendo ese comercial de Knorr Suiza en el que el mexicano llora cuando prueba un caldito de pollo estando en China y se acuerda de su mamá. Este cacharro dista mucho de ser mi Mac o mi hermosa PC amarilla, pero al menos me ayuda a evadir un momento esta tensa situación. Quisiera salir huyendo en un taxi, pero hasta eso me da miedo, seguro que el taxista me rapta, me despoja de mis pertenencias y me va a tirar al Bordo de Xochiaca, aprovechando que queda aquí a la vuelta. Si no llego a casa o si algo horrible ocurre en el camino, que quede como testimonio este último post mío que publico desde un ciber cuyo nombre me eriza el espinazo: Interneza.

*Nota: Se preguntarán cómo es que publiqué el croquis si lo olvidé en casa, pero esta es una versión preliminar del mismo que estaba en mi bandeja de entrada. No sirvió de mucho porque como pueden ver no tiene ni calle ni número, el croquis bueno fue eliminado y olvidado. SNIF.