Sólo una aclaración respecto al anterior mail porque creo que algunos se confundieron y se puso medio polémico a decir de una amiga mía. Tanta polémica en mi vida me hace sentir pior que Niurka y Bobby Larios, viste? Pero bueno, dale que te cuento.
La información del correo es vieja, eso pasó al final del primer mes de estar en lo que es conocido como el culo del mundo, pero mi situación actual es muy diferente. En sí estuve deprimido no por no tener amigos y estar en tierra ajena, sino por lo que pasó en México. Me explico: estaba El Paco intentando no sentir tan liso el piso donde intentaba pisar cuando ¡cataplum! Le dieron un golpe donde menos lo esperaba y, al no encontrar de dónde agarrarse, partiose la cara de lleno. Pero el golpe no tuvo que ver con Argentina sino con otras cosas que ya la historia se encargará de registrar y propagar cuando alguien por ahí escriba mi biografía o bien, recopile todas estas tonterías que estoy escribiendo yo. Exonero a Argentina de la culpa de mis depresiones y acuso a OTRA que no pienso nombrar. Así que bueno, el pasado en el pasado, dijera el “lírico poeta”, o hay que dejar el pasado atrás, dijeran Timón y Pumba. Ahora estoy tranquilo y disfrutando de la vida.
Aclaración hecha, paso a lo que sigue.
Me encuentro como que estoy medio florituoso con el lenguaje… bueno, licencias que uno se toma a veces.
¿En qué iba? Ah, sí, en que seguía contando esto de las andanzas por el sur.
¿Qué toca?
¡Ah! Un comercial de la marca patrocinadora!!!!
Resulta que he perdido la virginidad teatral. Sí, la teatral, de la otra no pienso hablar porque hace tanto no la recuerdo… con eso que dicen las malas lenguas que a los gays el doctor no les da nalgada sino que les mete el dedo…
Pero bueno, el punto es que un texto mío por fin ha visto la luz plenamente sobre un escenario. Y mira lo que son las cosas, tengo 5 obras terminadas y resulta que la más chiquita es la que salió primero, pero así pasa hasta en las mejores familias, luego la hermana menor se le adelanta a las otras y todos prefieren el pan caliente al de ayer. Mientras no venga a meter la nariz el dicho aquél de “hermana saltada: hermana quedada”, porque jode a las otras 4 que ya escribí y las condenaría a la no representación. ¡Dios nos libre! Císcala, císcala, diablo panzón. Aunque dos de las otras ya se dieron a conocer en lecturas dramatizadas, pero eso es algo así como el chiste del cura que mandó a la mina a que el novio se la metiera toda porque su maquinita no trabajaba con decimales. Bueno, quien conozca el chiste, entenderá lo que digo.
Bueno, la cosa es que el pasado 21 de mayo, a eso de las 8:30 pm, se dio cita la concurrencia en el “Teatro La Capilla” para ver el estreno de la obra Anónima de Francisco Reyes con dirección de Mahalat Sánchez y Karla Cantú y actuaciones de Miguel Romero y Rodrigo Ostap.
¿Anónima? ¿No tiene título?
No, comadre, así se llama.
¿Anónima?
Sí.
Si se llama Anónima, no tiene nombre.
Que no, que se llama Anónima, ése es su nombre. Anónima.
¿Cómo va a tener nombre si se llama Anónima?
Porque así le puso el autor.
Pero Anónima es que no tiene nombre.
“No, pero eso está bueno, viste?”. Pero así se llama.
¿Y de qué se trata?
Es una historia muy bonita. Son dos muchachos que platican y tienen unas remeras de rayitas que me gustaron harto. Más la de manga larga. Yo quiero una.
¿Y de eso se trata la obra?
No, es de otras cosas. Pero las remeras que usan me gustan. Y la música está buena.
¿Y la obra?
¡Pues vaya a verla!
Niños!!!! Lleven a sus papás a ver la obra Anónima, todos los lunes a las 8:30 pm en el Teatro La Capilla. Madrid 13 en Coyoacán!!!
¿Y si no vivo en el DF?
Bueno, pues pasa el dato y dile a tus amiguitos que sí viven allá que vayan a verla y que la promuevan.
¿Está buena?
¡Buenísima!
La junta directiva pide una disculpa a todos aquellos que se quedaron fuera del teatro en el estreno y no pudieron ver la obra, pero amablemente los invitamos a que asistan cualquier otro lunes y con gusto la podrán ver. Si traen un acompañante, se les darán dos boletos al pagarlos en taquilla.
Cerramos este comercial de la marca patrocinadora para seguir con nuestra programación habitual.
En el capítulo de hoy…
LA VIDA EN UNA CIUDAD BLANCA O TRAS LOS PASOS DE MAFALDA.
Buenos Aires es una ciudad blanca.
¿Blanca?
Las casas, los edificios, las veredas, pintan de blanco una ciudad que contrasta con la ropa oscura de los habitantes.
Si tuviera que definir esta ciudad con un color diría que es blanca. Blanca no por simple o carente de color, sino porque me parece blanca, para mí ése es su color. Es blanca. Blanca. Como los ángeles o las plumas, o como la nieve, o como las canas. Me sabe blanca.
Estuve caminando por el centro, paseando entre los grandes edificios y las calles características de Buenos Aires. Recorrí la calle Florida. Tiendas y volanteros que te dan propaganda de X negocio. Al inicio acepté algunos y los fui tirando en los botes de basura, pero llegan a ser tantos que terminé harto y dejé de recibirlos. Eso sí, rechazándolos con una amable sonrisa mientras decía: no, gracias. Y las calles llenas de volantes de papel con propaganda impresa que la gente tira unos pasos después de que se lo han entregado.
Hice un poco de coraje por eso. ¿Qué les cuesta agarrar el papelito, hacerlo bolita y tirarlo en el bote de basura? O de plano rechazarlo. Pero lo más cómodo es sólo dejarlo caer y seguir rumbo a donde sea que vayan. Total, es su ciudad, no la mía. Si la quieren ensuciar, que lo hagan. Sus impuestos pagarán para que otros levanten lo que ellos tiraron. A mí qué. Mejor sigo caminando. Total, yo sólo soy turista.
Me gusta el centro de Buenos Aires. Edificios altos pintados de blanco, casi todos son blancos. Sobre Corrientes se encuentran una gran cantidad de teatros. Empiezo a recorrer la calle para ver la cartelera… teatro de revista, teatro de revista… comedia musical… teatro de revista… danza… ópera… teatro de revista… De todo lo que estoy viendo en cartelera son pocas cosas las que me interesan. De loco vengo a ver a Florencia de la V.
Pero la movida cultural de Buenos Aires puede sorprender a cualquiera. Se dice que puedes ir cada noche a ver un espectáculo diferente los 365 días del año sin necesidad de repetir alguno. Y lo creo. Independientemente de la cartelera de los teatros de la calle Corrientes, hay una gran cantidad de salas con obras muy interesantes y de todo tipo.
Hasta ahora puedo decir que, de todo lo que he visto de teatro (y más o menos ha sido algo considerable), el balance queda a favor. Tardé en encontrar algo que no me gustara y eso me sorprendía. Mi Virgilio en la movida teatral ha sido Emiliano.
¿Quién carajos es Emiliano?
Un día estaba en mi casa en el DF intentando encontrar un programa en la TV que más o menos dejara satisfecho mi gusto, cuando, viendo que aún faltaba mucho para que iniciara Laura en América, decidí prender la computadora. Abrí el correo y ahí estaba, un correo de Emiliano Pastor. Resulta que Denisse le pasó mi mail y él me contactó pidiendo textos para conocer mi trabajo y ver si me invitaba a trabajar en un proyecto. Se los mandé. Después contestó diciendo que sí, que quería trabajar conmigo. El equipo constaba de tres dramaturgos de diferentes países, originalmente España (Emiliano Pastor), Argentina (Ariel Farace) y México (Yo). Después Ariel pidió disculpas por falta de tiempo y se tuvo que re organizar todo. Su lugar lo tomó Bolivia con Eduardo Calla.
Y así empezamos a trabajar y así fui conociendo al patoso de Emiliano. Para entonces ya el viaje a Argentina estaba más cerca y resulta que, aunque Emiliano es catalán, estaba viviendo en Buenos Aires. Emi se encargó de tramitar mi inscripción al examen de la EMAD, me contactó con una maestra suya para una posible publicación y de alguna forma, se convirtió en mi contacto argentino.
El día que llegué a Buenos Aires, Emiliano fue por mí al aeropuerto, me llevó a casa, me presentó con la Guía T y me inició en el teatro argentino. Casi todas las obras que he visto las he visto con él. De las obras: Todo me gustaba. Me sorprendía la calidad de las cosas. Todo lo que decía Beto Villarreal acerca del teatro argentino iba siendo cierto. Algunas cosas no llegaban a encantarme, pero en general me iba gustando todo. Hasta que empecé a encontrar la otra cara de la moneda donde fueron apareciendo las cosas malas y entonces me sentí aliviado. Sí, aliviado. Porque, ¿cómo constatar que algo es bueno si no hay al lado algo malo que lo contraste? Sí, el argumento es muy de morondanga, pero encontrar el negrito en el arroz a veces da cierto alivio.
Y en general la movida teatral es muy fuerte, el teatro ocupa un lugar importante en la sociedad y la gente suele ir al teatro. Es más, es increíble encontrar taxistas que te recomiendan obras o que saben dónde queda determinado teatro. Aclaro: no todos los taxistas, pero hay!!! En mis tres años de vida en el DF NUNCA encontré un taxista que supiera de teatro. Ni uno solo. Y no es que hable mal de los taxistas diciendo que son incultos, pero tampoco es que les dé mucho por cultivarse. Claro que habrá alguno. ¿Ves? Otra vez sale el negrito del arroz. ¿A poco no es reconfortante?
Hay teatros importantes como el Colón, icono de la sociedad argentina y al que sólo he conocido por fuera. Presentarse en el Colón, al parecer, es sinónimo de consagración. Es lo que dicen. Aparte de eso hay una gran cantidad de teatros tanto oficiales como independientes y la gente suele ir al teatro. Digo, igual ayuda que en Buenos Aires hay transporte colectivo toda la noche y que la gente está configurada de otra forma. La vida nocturna de acá en verdad es vida nocturna. A las dos de la mañana los restaurantes están abiertos y la gente anda por la calle. Los jóvenes suelen salir a esa hora a los boliches y las veredas tienen vida sin necesariamente sentir temor porque los amantes de lo ajeno vayan a asaltarte aprovechando el anonimato de la noche, dijeran los amarillistas en mi país.
El subte cierra temprano, eso sí, creo que como a eso de las 10:30 pm, más o menos, la muerte para las metreras del DF, pero los colectivos transitan por gran parte de Capital Federal durante toda la noche. Y bueno… los colectivos… Tardé un poco en usarlos y entender las rutas y todo eso. Mi mejor ayuda fue la “Guia T”, un librito que necesariamente se ha convertido en mi vade mecum y que trae lo que es la capital dividida en mapitas a todo color, con las líneas del subte y las rutas de los colectivos nacionales, provinciales y municipales, direcciones de teatros oficiales y algunos cines además de ¡¡las estaciones de gas!! ¿?. Con ella es difícil perderse sino es que imposible. Adquiérala en su puesto de revistas más cercano.
Y bueno, hablaba yo de… ¿de qué? No sé, me encuentro un poco disperso. Bueno, empecé con que Buenos Aires es una ciudad blanca que la gente ensucia, luego hablé del teatro y los taxistas y la vida nocturna y los colectivos y la guía T… bueno… sigamos con los colectivos.
Los colectivos de Buenos Aires se han convertido en mi medio de transporte y en mi mayor preocupación. Nunca me sentí tan inseguro a bordo de una “unidad móvil”. Son un monstruo andando por las calles. Resulta que a los conductores les pagan por cantidad de vueltas dadas a la ruta, no por tiempo o por cantidad de pasaje recolectado, al menos es lo que me han dicho. Y lo creo cierto en tanto que, si yo fuera conductor de colectivo y me pagaran por cantidad de vueltas, quizá haría lo mismo que hacen los conductores de colectivo. Dios, nunca me sentí tan inseguro en ningún transporte público. Ni siquiera en los camiones de Veracruz.
Los colectivos… joder. Todo el tiempo voy con la sensación de que vamos a chocar, van a atropellar a alguien o qué sé yo. Aparte lo conductores suelen tener una cara de orto (y mira que a dos choferes, qué ganas de sacarlos de trabajar y ponerles casa), pero andan con un carácter… difícilmente te responden el saludo, andan aventando la unidad por todas partes, le gritan al pasaje, le gritan a la gente, se pelean con los conductores de carros… y yo volteo asustado a ver la reacción de la gente y parece que nadie se enterara. Han caído en su red conceptual, dijera Mauricio Kartún. Para la gente es normal que manejen así o que les griten, que los caguen a pedos porque la máquina cobradora les retachó la moneda o porque cubren el espejo. Y yo ando en el cole con un nervio…
Pero ya quiero ver si intentaran tratar así a mi tía Lolín. En cuanto el conductor le gritara porque la máquina le retachó la moneda y ella insistía en meterla, mínimo un coscorrón sí le iba dando al chofer. O le contestaba los gritos diciéndole puto cabrón mientras elevaba la ceja.
O si le aventara el colectivo a un vochotaxi mexicano, ya veo saliendo al taxista de su unidad con la llave de cruz en mano para retar al del colectivo por andarse pasando de v…. Pero acá hasta los taxistas le tienen ¿respeto? a los colectivos y no se meten con ellos.
Eso sí, ningún camión, pesero, autobús o nombre que se le dé al transporte público de cualquier ciudad de México que yo conozca, se compara con los colectivos de Buenos Aires. Hay que reconocer que son lindos los colectivos, altos, espaciosos, incluso cómodos. Con ventanas grandes para apreciar la ciudad y la gente durante el recorrido y sí, para ver lo cerca que estuvimos de chocar con ese otro que está justo al lado.
Y así los colectivos que apoyan la vida nocturna. Comparando con México, acá sí hay vida nocturna. Y también mucha actividad cultural.
Aunque hablando de cultura, si hay algo que extraño acá y por lo que posiblemente no termino de sentirme “en casa”, es el sabor latino. Camino por las calles y, a pesar de la gran cantidad de extranjeros latinos que están acá, no deja de predominar ese sabor a “europeo”. Quizá por eso la ciudad la siento blanca. Y repito, no porque falte color. Me falta sentir ese saborcito latino, se me cruzan los cables entre la idea de estar en un país latinoamericano y no sentirlo. Pero sólo tengo la sensación de Buenos Aires, no conozco nada del resto del país, sólo la sensación urbana a la que espero terminar de adaptarme. Quizá mi problema es que en México las políticas culturales las hacen los de turismo y entonces predomina ese sabor folclorista-costumbrista que a mí me gusta tanto. Pero al final Buenos Aires es como debe ser y tiene su gusto propio. ¿Será en verdad que como dice mi maistro Rubén, todo es problema de tiempo?
Arquitectónicamente no hay demasiado contraste en la capital. Predominan los edificios de departamentos y las casas antiguas son muy similares entre ellas. Me ha pasado ya tres veces que ando por un barrio y siento que estoy en otro porque una calle es idéntica a otra del otro barrio. Deja vu. No, eso es un error en la mátrix, lo que pasa es que son demasiado parecidas, pero demasiado, las casas, los árboles…
Y una gran cantidad de edificios de departamentos. Por todos lados hay torres de edificios que se parecen entre ellas. ¿En cuál viviría Mafalda?
Las veredas también son muy similares. Camino por ellas pensando que en cualquiera pudo haberse desarrollado un episodio más de las tiras de Mafalda o que en esta por la que voy ahora iría Manolito llevando su canasta con productos de Almacén Don Manolo. Hay algunas calles con unos árboles enormes que me encantan, pero encuentras varias de esas haciéndote dudar de su singularidad. Y en medio de esta aparente falta de contraste hay un contraste inmenso.
El barrio donde vivo, que es uno bastante cheto, es una muestra clara. En la plaza donde voy a correr (o iba porque gracias al frío he suspendido el deporte ya dos semanas), la gente lleva a pasear al perro, a tomar el sol, a que los niños corran, etc. Y justo ahí mismo vive dentro de un auto un tipo al que casi toda la gente conoce y que era vecino del barrio, pero con la crisis se le vino la vida abajo y ahora vive dentro de su carro, acompañado por dos perros, uno grande y blanco y otro salchicha con cara de ortiva que me odia. Todos lo conocen y lo saludan y le apoyan con lo que pueden. Al final, lo reconocen como parte del barrio, aún cuando ahora tiene que vivir en su carro acompañado de los perros y borracho la mayoría de las veces.
¡Cierto! He olvidado hablar de los perros. Bueno, de mis miedos hablaré después, ahora seguiré con lo que estaba.
Las minas pasean por la plaza luciendo la última tendencia de la moda mientras los cartoneros al lado revisan la basura para ver qué pueden recuperar. Y así como aquella señora te mira con desconfianza mientras pasas corriendo a su lado cuando haces deporte y ella agarra con fuerza su bolso temiendo se lo vayas a robar, el viejito de atrás te sonríe al saludarte aunque no te conozca.
Y la gente grita. Grita todo el tiempo. No sé si yo tengo un extraño imán para atraer a los gritones o qué pasa, pero no ha habido día en que no salga a la calle y haya tenido que presenciar una discusión. Si no es el chofer del cole, son unos tipos en la calle, unos chabones retando a otro, una señora a una mina, etc. Pero siempre hay alguien discutiendo.
También la gente vive pegada al celular. Es increíble la cantidad de personas hablando por teléfono que hay acá. Pero no, preciso un poco más: es increíble la cantidad de personas que hay acá gritando por celular. Si subes al cole o al subte y hay alguien al teléfono, necesariamente te enteras de toda su plática. Y no tiene en este caso que ver que uno sea chismoso por naturaleza y ande con el oído parado, acá no es necesario, te ahorran el trabajo con los gritos.
Y las expresiones… ay… hay expresiones que me encantan.
También me encantan los edificios del centro, son impresionantes, y me refiero a los edificios antiguos. Muestra clara de la riqueza económica que tuvo esta ciudad. Es difícil pensar en la crisis que vivió Argentina mientras se camina entre ellos. La calle Callao me gusta, lo mismo Corrientes en algunas partes. La gran cantidad de plazas que hay en la ciudad…
Y en medio de todo esto, uno va encontrando sus espacios donde puede sentirse a gusto. Donde a pesar de estar en un país extraño, te sientes con cierto equilibrio o al menos un poco pertenecido.
He ido conociendo gente gracias a mis cursos y hay varios que ya estimo bastante, aunque nos veamos sólo en días de clases. El frío ya está presente aunque a veces se toma sus licencias y permite días agradables, pero ya se va acercando el invierno y creo que por fin conoceré lo que es un invierno frío.
Cuando recién llegué, traía toda una maleta llena de suéteres, bufandas y chamarras por la que tuve que pagar exceso de equipaje y que, el primer mes, miraba con odio gracias al calor que hacía, pero ahora ya le he recobrado el cariño.
Sigo caminando por las calles intentando encontrar las veredas por las que caminaría Mafalda, por donde Susanita se sentiría enamorada, donde Manolito descansaría tras dejar el éxito para después o Felipe correría como el llanero solitario. Igual miro los grafitis de las paredes esperando encontrar promos de Almacén Don Manolo, pero ahora sólo he visto propaganda electoral.
Así la vida por las calles argentinas hasta el momento. Pinta bien la cosa en esta ciudad blanca a pesar de mi malestar estomacal que se resiste a largarse de mi cuerpo.
Lo sentimos, interrumpimos este programa pues la junta de arbitraje lo ha calificado como quejoso, maricón, aburrido y producto de la mente de un malcriado. Si usted desea seguir sus transmisiones habituales vaya a http://locotarantao.blogspot.com/ y con gusto encontrará la continuidad perdida. Gracias.
¿Quiere saber qué más le pasa a El Paco? ¿Desea conocer frases argentinas y descubrir más de este simpático personaje? No se pierda la próxima entrega donde hablaremos de la gastronomía, la diferencia de nomenclaturas, su miedo a los perros, qué pasó con el lobo, aquél perro negro que vivía en la casa donde llegó y con el que no pudo llevarse, el chavo del ocho en argentina, la luz que ha recibido para poder entender el concepto de danza gay, los refrescos de pomelo, la ausencia de agua de horchata y la sobredosis de dulce de leche.
Y que le den su carrito sandwichero!!!!!
Comadre, ¿entonces en qué quedamos?
Vamos el lunes a verla.
¿Me va a gustar?
Le digo que sí.
Pero no me dijo de qué se trata.
Es como las naranjas, naranjas con sal.
Ah…
Bueno, vamos entonces.
¿La escribió el mismo chico?
Sí el mismo que escribió todo esto.
¿Y todo lo escribe igual?
No, lo otro sí lo escribe en serio.
Mirá vos. ¿Lunes a las 8:30 en el Teatro La Capilla?
Exacto, dígale al Juan para que lleve a sus amigos.
No le gusta el teatro.
Este le va a gustar. Verá que sí.
Comadre… ¿escuchó eso que dije?
¿Qué cosa?
Eso de “mirá vos”
¿Usted lo dijo?
Sí.
¿Por qué?
Es lo que quiero yo saber, yo no hablo así.
Seguro se le pegó de alguna parte, siempre pasa.
¿Se cura?
Y durmiendo mucho.
¿Cómo cuánto?
Qué sé yo.
No son figuraciones, son fregaderas de la vida.
http://locotarantao.blogspot.com/
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