
Hace unas horas fue todo el Cantinflas Show de la toma de la fotografía generacional. El atuendo, fatal. Apelar a las reglas del buen vestir era pedir demasiado, no vayamos más lejos: por sentido común, ponernos togas y birretes con una banda amarilla chingamelosojos (y por cierto, rentados) en una mañana nublada de finales de septiembre es un crimen sin derecho a juicio ante la Fashion Police.
Esas son MAMADAS (jajaja, cómo amo la no censura), ninguno de nosotros ha cubierto ni la totalidad de créditos ni de asignaturas que marca el plan de estudios de comunicación, el semestre termina en diciembre. Por lo demás, se supone que el portar una toga tiene todo un significado ritual, como lo tienen también la banda alrededor del cuello y el cordón del birrete. No es nada más enfundarse en una prenda de poliéster que te hace ver como monaguillo satánico y posar ante las cámaras.
Mi indisposición natural ante el evento se vió alimentada por una ola de incesantes chistes y comentarios que estuvieron a poco de convertirme en un elegante mentador de madres: "¡Qué mala pata!", "¿Ya ves?, por andar metiendo la pata", "Pero córrele Pável". Grrrr. Admito que ellos no tienen la obligación de saberlo, pero después de estar mes y medio encerrado, escuchando las mismas frases recurrentes y con el ánimo mellado por sentirse un bulto inútil, es toda una proeza tratar de sonreir y no invitarlos cortesmente a irse a la chingada.
Con todo y todo, la toma de la foto tuvo sus cosas chidas: volví a ver a mis cuates de la Universidad; a los de primer semestre y a los que fui haciendo después. Aunque no estuve adherido a ningún grupito, la verdad es que fui de los más solicitados para la foto. Incluso, para beneplácito de mi paranoia, no me treparon a las gradas (que ni lo eran, sino viles banquitos de plástico) y aunque estaba en la segunda fila con las niñas, no tuve que hacer ninguna acrobacia.
Cuando veo la foto de este post me asombro de mis capacidades histriónicas o de lo cerca que estoy de convertirme en autista y desconectarme del exterior. Señores, no confíen en la gente con rostro de que no rompe un plato, lo que en realidad quisieran esas personitas es correr por las calles cortando cabezas, ayudadas por una motosierra o ya de perdis por un cuchillo cebollero.
Gargamel Dixit.